Laura González Aguirre rueda con una espléndida sonrisa que adorna su rostro a donde va. Sin considerar las limitaciones aprovecha cada instante y oportunidad que se le cruza en el camino, mientras disfruta el ambiente tranquilo de su natal Viterbo, en el departamento de Caldas.
Se define como una persona vital, estudiosa, responsable, paciente y dedicada, que poco o nada le interesan los rótulos o los estigmas sociales, porque se sobrepone a ellos con la misma disciplina y constancia con la que se ejercita, realiza sus terapias, lee y escribe todos los días.
Proviene de una familia muy numerosa. Recuerda con especial afecto el ejemplo de su abuelo materno, un docente que encontró en la labor de enseñar a los reclusos de la cárcel local el mejor alimento para su espíritu, y que además, pasados los años y luego de un trabajo social y comunitario que todavía hoy recuerdan en el pueblo, llegó a desempeñarse como rector de la escuela municipal Marco Fidel Suárez, institución en la que permaneció hasta pensionarse. Así que bien podría decirse que su entrega desinteresada y el interés por servir a su comunidad, es un legado que lleva marcado en su ADN.
Además de su abuelo, su padre —formado como psicólogo en la UNAD— al igual que su madre, han servido de faro y motivación constante, primero para iniciar el programa profesional en Comunicación Social y luego para especializarse en Comunicación, en la UNAD.
En la actualidad se desempeña como consejera académica de la Zona Occidente, en el centro regional de Dosquebradas de la UNAD, y además integra la Red de Escritoras de Caldas, auspiciada por la editorial Papel y Lápiz de Manizales.
“Puedo decir que en la UNAD uno entra siendo una persona y termina siendo otra”, esto según Laura, por la autonomía y disciplina que implica la formación a distancia y los múltiples retos que asumen los estudiantes al hacerse responsables de su propio aprendizaje.
Define la UNAD como una institución cálida, incluyente, que abre caminos y puertas a muchas personas necesitadas de esperanza y oportunidades. A estudiantes en zonas rurales, pertenecientes a etnias, víctimas del conflicto, excombatientes y reinsertados, con discapacidades físicas y sensoriales, en fin… una multiplicidad de individualidades, diversas y distantes entre sí, pero que coinciden en la educación como el vehículo más poderoso de transformación.
Afirma además sobre el modelo educativo de la UNAD, que “…ha terminado con el estereotipo de que el estudio a distancia es solo para personas de mayor edad, a nuestra universidad también llegan jóvenes, cualquier tipo de población, aquí todos son bienvenidos y lo bonito es que no importa dónde estén, porque la tecnología hoy nos permite brindar ayuda y acompañamiento en cualquier lugar. Aquí lo importante son las ganas de avanzar”.