La primera vez que Rosalba vio una pimpina plástica llena del vino del que preparaba su familia, supo que ahí había una oportunidad de negocio y no se equivocó.

Quien le dio la bebida en esa oportunidad fue un primo de su mamá, a él se lo enseñaron a preparar unas monjas italianas y él no dudó en transmitir ese conocimiento a ella, una mujer desplazada de su pueblo Pailitas en el departamento del Cesar y obligada a llegar a Sincelejo en medio de las circunstancias de la violencia.

Rosalba hoy tiene 54 años pero no olvida ese pueblo que la vio nacer un primero de julio de 1966 y del que tuvo que alejarse para proteger su vida. En Sincelejo nacieron sus tres hijos a quienes se dedicó durante su infancia y niñez porque una vez llegados a la adolescencia Rosalba no quiso seguir aplazando la vida y decidió hacer realidad uno de sus mayores sueños: estudiar Psicología, sueño que se completó cuando materializó su meta a través de la UNAD, sede Corozal.

No fue fácil. Rosalba debía responder no solo con la carga académica que implicaba una carrera profesional sino con cuatro adolescentes a quienes debía acompañar en una de las etapas más importantes de crecimiento y desarrollo, pues a sus tres hijos se sumaba una sobrina a quien siempre vio con ojos de mamá, de ella se responsabilizó y así la crió. “Inicié mi carrera en el año 2010, siempre fui una estudiante muy dedicada y con un buen porcentaje académico, pero tenía que esforzarme mucho más porque tenía a mis hijos, así que vivía de la venta de mercancía, vendía cosas en la universidad a profesores, estudiantes y empleados”, recuerda.

Sin embargo, sería para 2013 cuando ese pensamiento acerca del vino y que rondaba la cabeza de Rosalba desde su llegada a Sincelejo comenzó a tomar trascendencia gracias al proyecto que debía realizar en uno de los cursos que hacían parte de la carrera y de este modo la preparación de vino no solo fue una realidad, sino que se convirtió en un éxito absoluto.

“El proyecto de curso fue desarrollado con dos amigas y compañeras de curso, Dayana Contreras y Carmen Hernández. El proyecto fue todo un éxito, gustó, se vendió y fue así como nació VINOS FRUTOS DE LA SABANA, decidimos conservar el mismo nombre que tenía el proyecto familiar desde sus inicios”.

Y es que no se trata de cualquier vino. Se trata de vinos preparados a base de frutas exóticas como el Corozo, Toronja, Torombolo, Níspero y cereza, y que los convierte en pioneros en la elaboración de bebidas autóctonas de la región, rescatando lo ancestral y aportándole un toque de elegancia y encanto.

Casi diez años después, Vinos, frutos de la Sabana ha sido galardonado con diferentes reconocimientos y entre los que se destaca la condecoración del proyecto EXPOMUJER de la Alcaldía de Sincelejo como proyecto innovador y como proyecto que registró mejor venta en el año 2019. “A ello se suma que pertenecemos a la ventanilla de negocios verdes CARSUCRE, recibimos certificación por parte del Ministerio de Ambiente y proyectos renovables y hemos tenido la oportunidad de estar en diferentes ferias a nivel local y nacional”.

En la actualidad, Vinos, frutos de la Sabana está inmerso en el programa del SENA, Fondo Emprender, una posibilidad que hará más grande este negocio que nació con una pequeña visión a través de una botella y que permite que hoy se cuente con una planta de producción organizada, capaz de producir mensualmente 120 botellas de vino de diferentes sabores que llegan a todos los rincones de la región.



Para 2011, la vida de Jonatán dio un giro inesperado. Gracias al convenio FEDESCESAR, ingresó a la UNAD, esta vez en calidad de estudiante, al programa de Ingeniería Industrial, un logro que se convirtió en un reto cada sábado cuando debía desplazarse en su bicicleta desde su corregimiento hasta el municipio de Curumaní durante 9 kilómetros y en la mayoría de las ocasiones sin tener el recurso económico para comprar el almuerzo de esa jornada. Para esta época y a pesar de las adversidades, logró ser participante de la Red de Estudiantes en el año 2013.

Sin embargo, todo cambiaría para Jonatán cuando la UNAD Curumaní le permitió trabajar como guarda se seguridad, y por esta vía, recibir un ingreso que aportaba no solo para el sustento de su familia, sino que era apoyo para el sueño académico de sus dos hermanas mayores, hoy profesionales en Psicología y Administración de Empresas.

Pero los proyectos de Jonatán no terminaron en 2016 cuando recibió el título de Ingeniero Industrial. Una vez obtuvo este logro quiso ir por más y dio continuidad a sus estudios de posgrado, primero en el programa de Especialización en Gestión de Proyectos y actualmente en la especialización en Gestión Pública y Maestría en Gestión de Proyectos en la UNAD.

Este paso por la UNAD ha fortalecido su liderazgo transformacional, su humildad, el don de servicio y compromiso con la comunidad y le ha permitido ejercer cargos públicos como secretario de Planeación y como alcalde encargado del municipio.


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